Los herederos Disney o una historia de millonarios, villanos y traiciones
Con una capitalización bursátil superior a los 200.000 millones de dólares, The Walt Disney Company, más allá de un referente en la industria del entretenimiento, es una de las compañías más lucrativas y poderosas de la historia.
Por poner en situación, la compañía fue fundada en 1923 por los hermanos Walt y Roy Disney, quienes elevaron a Mickey Mouse y compañía a categoría de leyendas de Hollywood e iconos de la cultura pop.
Por otro lado, dicen los expertos que es la tercera generación la que suele dar al traste con los negocios familiares. Por suerte para 'The Walt Disney Company', los actuales herederos no alcanzan más del 3% de sus acciones, pero la historia de los herederos Disney merece ser contada, pues poco tiene que ver con los cuentos con final feliz de la compañía.
Walt Disney fallecía en diciembre de 1966, dejando su inmenso legado a sus dos hijas y 10 nietos. Cinco años más tarde, en diciembre de 1971, fallecería su hermano. Ahí comenzó a perder su patrimonio la familia Disney.
Y es que, del 20% que controlaba Walt Disney, al 3% que tienen los nietos en la actualidad, no sólo va un 17%, sino decenas de miles de millones de dólares que se han quedado por el camino, según recogía 'The Hollywood Reporter' en 2014.
En el caso de Walt Disney, su herencia pasó a Diane Marie y Sharon Mae, sus dos hijas. La primera de ellas tuvo siete hijos, vivió una vida tranquila y mantuvo el legado de su padre, no sólo en lo creativo, sino también en lo filantrópico.
Sharon Mae era todo lo contrario. Tuvo tres hijos (Victoria Diane y los mellizos Brad y Michelle) en dos matrimonios, el segundo con William S. Lund, quien sería el promotor de los terrenos donde se construyó DisneyWorld Orlando. Fallecería en 1993, a causa de un cáncer de mama, a los 56 años, dejando un patrimonio de 400 millones de dólares a sus tres hijos.
Victoria Diane usó la fortuna familiar para vivir deprisa y dejar un bonito cadáver en septiembre de 2002, con tan sólo 36 años. Sus fiestas en Las Vegas aún se recuerdan.
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En el caso de Brad y Michelle, como tenían problemas de aprendizaje, Sharon Mae dejó su millonario legado en tres fideicomisos con instrucciones claras: darles 20 millones de dólares cada cinco años, cuando cumplieran 35 años, y hasta agotar el saldo de 400 millones de dólares que tenía depositados para ellos.
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Obviamente, era demasiado dinero como para no tentar a nadie y los gestores de la fortuna convencieron a Michelle para incapacitar a su mellizo Brad antes de llegar a los 35 años, por el hecho de tener una discapacidad intelectual que nunca fue demostrada y así que no recibiera un solo dólar de la herencia.
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Hubo un problema: a Michelle le dio un aneurisma y su vida corrió serio peligro, incluso antes de llegar a los 40 años. Ahí es donde las tornas se dieron la vuelta, pues la segunda esposa de William S. Lund acogió a Michelle en su casa, con el mismo objetivo: quitarle su fortuna.
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En el proceso de incapacitación de Michelle Lung Disney, ésta se recuperó y pudo recobrar el control de su patrimonio, no sin antes pasar por juicio, como detalla 'The Hollywood Reporter' en el artículo 'Walt Disney Family Feud: Inside His Grandkids’ Weird, Sad Battle Over a $400 Million Fortune'.
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Y si la descendencia de Walt Disney tuvo problemas con la herencia, la de Roy Disney no iba a ser menos. Y eso que empezó de maravilla, con su hijo Roy Edward Disney involucrado en la compañía como consultor, hasta su fallecimiento en 2009.
Tras su muerte, Forbes le estimó una fortuna de 1.200 millones de dólares que se repartirían entre sus cuatro hijos: Abigail, Tim, Roy Patrick y Susan.
En este caso, fue Abigail quien contravino todo lo establecido por su padre y su abuelo hasta ese momento. No sólo acusó a la compañía de explotación laboral, sino que llegó a producir un documental que lo denunciaba: 'The American Dream and Other Fairy Tales'.
De hecho, Abigail Disney fue uno de los rostros más reconocibles del manifiesto firmado por 200 millonarios, solicitando a las principales potencias de todo el mundo que gravaran a las grandes fortunas con más impuestos. Entre ellas, a Disney, con Bob Iger a la cabeza de la misma como consejero delegado.
Visto el panorama, si Walt Disney levantara cabeza, es posible que se diera con la tapa de la cámara criogénica en la que está congelado pero, al salir, vería que, efectivamente, la estimación de la tercera generación también ha sido cierta con su familia. Aunque, en su caso, la compañía sigue siendo incluso más potente que cuando él la dejó.