Shibam, la Manhattan del Desierto con 400 rascacielos... ¡de barro y heno!
Freya Stark, conocida exploradora británica, bautizó a la ciudad de Shiban como la Manhattan del Desierto. ¿El motivo? Es la ciudad más antigua de la historia en usar la construcción vertical, pues sus primeros 'rascacielos' datan del siglo XVI. ¿Te apetece saber más de Shibam?
Shibam es una localidad de Yemen, situada al oeste de la región de Hadramaut y rodeada por el desierto de Ramlat al-Sab'atayan, donde sus habitantes supieron adaptarse de maravilla a los entornos extremos y los peligros de una zona que, antaño, fue una relevante parada de rutas comerciales.
Por tal motivo, la zona era un punto habitual de asalto por parte de los beduinos que saqueaban las ricas cosechas locales, obtenidas gracias a un original sistema de riego.
Fue en 1550 cuando todo cambió. Una espectacular tormenta descargó tal cantidad de lluvia que arrasó casi todas las casas bajas de adobe que tenía la aldea. Ahí es donde surgió la idea de comenzar a construir en vertical y, de paso, rodear al pueblo de una muralla.
Es decir, más allá de sus elevados e innovadores edificios, Shibam es una ciudad construida en base a una estrategia de defensa absoluta, pero como el espacio estaba limitado, tocaba innovar y construir hacia arriba.
Y así fue como comenzaron a levantarse construcciones jamás vistas que, en algunos casos, llegaban a 11 plantas y más de 40 metros de alto, aunque con un espacio interior no superior a 30 metros cuadrados, por lo general.
Para la construcción de los muros, se usaba una combinación de heno, agua y tierra a los que se daba forma de ladrillo y se dejaba secar y endurecer al sol y cada edificio era concebido para que viviera una sola familia, teniendo el establo y granero abajo y en el ático los dormitorios.
Shibam usó un patrón rectangular en el que los muros fortificados marcaban los límites y en su interior se iban levantando, uno a uno, edificios de hasta siete alturas, impensable en aquella época y latitud.
Obviamente, el muro y la altura servían de gran defensa ante los ataques de tribus rivales, dándoles una visión periférica de posibles acercamientos enemigos.
Cada edificio dejaba los bajos sin ventanas, dedicado al ganado y a almacenar grano. Los pisos superiores eran zonas comunes y se usaban para el día a día de los ciudadanos.
Además, entre edificios también construyeron puentes y puertas que conectaban unos con otros, facilitando la huida en caso de ser necesario. Una auténtica obra de arte de ingeniería.
Eso sí, el material era relativamente sensible a las inclemencias del tiempo, lo que implicaba un mantenimiento permanente. Un pequeño precio a pagar por poder vivir en la Manhattan del Desierto.