Cosas que odiamos hacer en Navidad pero que haremos otro año más

Cosas que odiamos hacer en Navidad pero repetimos cada año
Hacer el ridículo en la comida o cena de empresa
Comprar regalos a ultimísima hora
Comer (y beber) como si no hubiera mañana
Discutir hasta la exasperación con ese familiar al que no soportamos
Tener la tele encendida en pleno jolgorio familiar
Tomar las uvas y atragantarnos
El amigo invisible
Llegar a rastras a la cena de Navidad o Nochevieja a causa de la precelebración
Tolerar la efusividad y excesos del prójimo
Perder el ticket del regalo que deseas fervientemente cambiar
Llevar ropa interior roja
Crearnos altas expectativas con los regalos y luego sufrir
Aguantar hasta las mil en la cena de Navidad en vez de irnos a la cama
Comprar más lotería de la recomendable
Disfrazarnos patéticamente
Decir SÍ a toda fiesta navideña que se presente
Despotricar contra la Navidad
Dejar el árbol de Navidad en el salón hasta el mes de agosto
Y dicho todo esto
Cosas que odiamos hacer en Navidad pero repetimos cada año

La Navidad suscita opiniones a favor y en contra pero incluso quien tiende al optimismo más extremo ha de admitir que ciertas tradiciones (antiquísimas o de más reciente creación) resultan exasperantes: aguantar la embriaguez del compañero/a de trabajo en la comida/cena de empresa, el amigo invisible, las discusiones familiares en los diferentes convites, la ropa interior roja (¡noooooo!) y un largo etcétera que resumimos en esta galería. Veamos.

Hacer el ridículo en la comida o cena de empresa

Una tradición navideña imposible de eludir. Están los momentos de pasarlo mal en la comida o cena de empresa: cuando te sientan al lado de la personas que más odias en tu oficina, la mencionada melopea del compañero o compañera de trabajo que nos pone la cabeza como un bombo... Y luego está cuando TÚ haces el ridículo empujado por la euforia ambiental: mencionemos, por ejemplo, esa conga ejecutada entre risas de la que al día siguiente, con la pertinente resaca, te arrepentirás mientras las observas en bucle una vez alguien ha compartido el vídeo en Facebook, Instagram y Twitter.

Comprar regalos a ultimísima hora

Nos juramos cada año que no lo volveremos a hacer y caemos en la trampa: siempre hay algún regalo que adquirimos en el tiempo de descuento y, generalmente, en un estado de desesperación que nos lleva a gastar demasiado dinero en un obsequio absurdo o, simplemente, a equivocarnos y provocar la frustración de quien recibe el presente.

Comer (y beber) como si no hubiera mañana

La tradición es prometernos cada año que no abusaremos de polvorones, turrón y el largo etcétera de manjares propios de estas fechas y luego deglutir sin moderación tales productos. Y en el nuevo año, a apuntarnos al gimnasio.

Discutir hasta la exasperación con ese familiar al que no soportamos

Puede ser cuñado o cuñada pero también alguna tía o primo lejano. Prometemos solemnemente que no se repetirá lo del año pasado y que no abordaremos la cuestión política, lo de Cataluña, el mejor destino de vacaciones para el verano que viene o cualquier otro tema en el que pueda suscitarse la más mínima polémica. Lo prometemos y lo incumplimos: siempre hay bronca.

Tener la tele encendida en pleno jolgorio familiar

Pero ¿qué hace la tele puesta si nadie está viendo el discurso del Rey? La pregunta de cada año. Luego la televisión se apaga y comienza el turno de los villancicos con acompañamiento de llave rascando la botella de anís.

Tomar las uvas y atragantarnos

"Este año se acabó la tradición de las uvas" nos decimos, hasta el gorro de atragantarnos y de llenarnos la boca de una fruta que llega cuando ya estamos en pleno empacho de comer y beber. Se acabó pero otro año que, al final, nos lanzamos a ello con desastrosas consecuencias. La tradición pesa.

El amigo invisible

Lo odiamos en sí, como concepto, no arregla las cosas regalar a una sola persona que, además, te ha tocado al azar y (tal vez) ni siquieras conoces bien o te cae fatal. Y cada Navidad, otra vez con lo mismo: ¿hacemos un "amigo invisible"? Tú regalas un jersey feo y a ti te regalan una colonia que huele de modo pestilente. Todas contentas.

Llegar a rastras a la cena de Navidad o Nochevieja a causa de la precelebración

Cada vez es más habitual que el día de Navidad o Nochevieja se salga a tomar algo con las amistades antes de disfrutar (o lo que sea) de la cena en familia. La precelebración suele provocar digestión pesada, exceso de alcohol y un estado lamentable cuando llegamos al encuentro familiar que culminará la jornada.

Tolerar la efusividad y excesos del prójimo

Porque el prójimo somos también nosotras y nosotros. Así que, aunque acabar la fiesta con nuestra mejor amiga o amigo dormitando en el hombro sea una pesadez, volveremos a hacerlo sin quejarnos... demasiado.

Perder el ticket del regalo que deseas fervientemente cambiar

La cara que se te queda al percatarte de que vas a apechugar con el regalo más feo que jamás has recibido porque (oh, sorpresa) perdiste el ticket un año más y no podrás cambiarlo.

Llevar ropa interior roja

Bien por emular a los ángeles de Victoria's Secret o porque la tradición anglosajona ya es tan nuestra como la de las uvas, toca (otro año más) colocarnos ropa interior de color rojo y (como viene siendo tradicional) comprar las braguitas o calzoncillos a última hora y en la tienda menos recomendable, lo cual nos provocará sarpullidos y sudores por la mala calidad de la tela.

Crearnos altas expectativas con los regalos y luego sufrir

Venga, va, lo que te regalen bien estará. Ojalá cumpliéramos este precepto porque, al final, siempre acabamos cayendo en la decepción.

Aguantar hasta las mil en la cena de Navidad en vez de irnos a la cama

Salir de juerga es lo que nos pediría el cuerpo. Pero no. Toca jugar al bingo o al Monopoly en familia, que para eso es Navidad.

Comprar más lotería de la recomendable

Porque el resultado de tanta compra de lotería no es la escena feliz que ilustra este punto sino más bien esa melancolía de quien, como mucho, va a disfrutar de la socorrida pedrea. Pero ¿y si toca en el bar donde tomas café y eres el único que no compró?

Disfrazarnos patéticamente

Querer pasar por un Santa Claus adorable y acabar asustando a niñas y niños como el Bad Santa de Billy Bob Thornton.

(Foto: Dimension Films)

Decir SÍ a toda fiesta navideña que se presente

Luego te arrepientes porque el cansancio se acumula y tu organismo clama por un momento de descanso pero ¿cómo decir no a la copa de la gente del gimnasio, a la de los ex compis de cole, a la reunión de la facultad, a los de la peña del pueblo...?

Despotricar contra la Navidad

En un momento u otro acabamos cansándonos de la Navidad. Y llega entonces el ritual navideño que también se repite cada año: poner a caer de un burro estas entrañables fiestas.

Dejar el árbol de Navidad en el salón hasta el mes de agosto

Bueno, estamos exagerando. No hasta agosto. Hasta el mes de julio.

Y dicho todo esto

Admitamos también que (ejem) todo lo anterior forma parte del encanto de la Navidad y lo odiamos tanto como, muy en el fondo, lo amamos. ¡Felices fiestas!

Más para ti