Charlene de Mónaco: de princesa triste a princesa punk
Esta es una de las últimas imágenes de la princesa Charlene de Mónaco: un nuevo look arriesgado y de clara inspiración punk que ha sorprendido a medio mundo. Pero aunque ahora luce así de cambiada, su pasado es bien distinto. Para recordarlo hay que retroceder en el tiempo hasta el 23 de junio de 2010 cuando, tras varios años de relación, el príncipe Alberto de Mónaco y su prometida, la joven Charlene Lynette Wittstock, anunciaban su compromiso. Comenzaba así la historia de la apodada por la prensa internacional como "la princesa triste" a la que costaba ver sonreír en un acto público.
Hija de un ejecutivo de ventas y de una instructora de natación retirada, Charlene tuvo una infancia feliz y dedicada al mundo del deporte. Según algunos biógrafos, quizá esa formación tran estricta (desde muy joven, Charlene compitió a nivel profesional en natación) forjó la personalidad de la hoy princesa de Mónaco.
Un pasado donde las habilidades sociales no fueron su fuerte (su entrenador fue su amigo más fiel durante varios años) que se sumaría a un difícil desembarco en la familia Grimaldi.
"La mala relación con su marido", Alberto de Mónaco, o las "supuestas infidelidades" de este, según publicaron en Vanity Fair, hacen que a Charlene "le asfixie" el pequeño país del que es princesa.
"En The Daily Beast han llegado a publicar que Charlene no es querida por los monegascos, quienes la ven vulgar por ser hija de un programador de ordenadores y de una instructora de natación de clase media", apuntan desde Vanity Fair.
"Desde que llegué a Mónaco", aseguraba la propia Charlene en la revista Tatler, "he hecho sólo un par de amigos". Al parecer, Mónaco no acogió de buen gusto a la exnadadora sudafricana que poco o nada tenía que ver con el glamour de los Grimaldi.
"Es obvio que entre sus amigos no están sus cuñadas", publican en Vanity Fair refiriéndose a las hermanas de Alberto de Mónaco, Estefanía y Carolina de Mónaco. "La princesa recurre a su hermano Gareth y a su cuñada Roisin que, instalados en Montecarlo, forman una suerte de corte paralela en el Palacio y actúan como cortafuego contra las presiones a las que se ve sometida".
"Que Carolina de Mónaco y su cuñada Charlene no se soportan no es un secreto", se hacen eco de lo que sucede en Mónaco en elpais.es. "Ellas no lo ocultan". (ADEMÁS: Conoce a Sofía Helqvist, la ex concursante de reality que se convirtió en princesa)
"Se cuentan con los dedos de la mano las veces que se dejan ver en público. Si una va a un acto oficial, la otra encuentra un pretexto para no acudir".
"Incluso si se trata de una boda familiar también hay desencuentros como sucedió en la boda de Pierre Casiraghi con Beatrice Borromeo", cuentan en el medio español. "Carolina es un poder en la sombra en la familia y en el Principado".
Eso sí, en lo que la mayoría de los medios de comunicación coinciden es en asegurar que sus dos hijos, los pequeños mellizos Jacques y Gabriella, se han convertido en un soplo de aire fresco en el, a veces, agobiante Mónaco para la princesa Charlene.
Primero y segunda en la línea de sucesión al trono monegasco (aunque Gabriella nació antes que su hermano Jacques, él será el futuro príncipe de Mónaco por la Ley Sálica) los mellizos han conseguido que su madre vuelva a sonreír en público.
"Tengo suerte y le doy gracias a Dios todos los días por tener un marido feliz y dos hijos sanos", asegura la propia Charlene de Mónaco en Paris Match.
Unos pequeños que sacan el lado más positivo de la princesa triste que, en una entrevista en la revista francesa Point de Vue, aseguraba que eso de la maternidad, a veces, no es fácil (incluso para una princesa).
"Hay mañanas en las que duermen más de lo normal y otras en las que se despiertan demasiado temprano", confiesa.
"Cierto es que los niños están llenos de vida, pero llega un punto en el que pienso que ellos, quizá, tienen demasiada energía para su edad", añade Charlene de Mónaco.
¿Y qué más hace la princesa Charlene para intentar evadirse de su día a día? Refugiarse en la religión que, al parecer, es el lugar "donde halla la paz que le falta", según apuntan en Vanity Fair.
"Charlene se transmuta, relaja el gesto al saludar a las monjas o sentarse ante el Papa. Pasa largas horas conversando con el padre Bill, su amigo y guía espiritual, y a muchos impresiona su devoción", añaden desde la conocida publicación.
Una paz espiritual que parece desaparecer cuando Charlene de Mónaco tiene que volver a Palacio.
¿Qué le pasa a la princesa triste monegasca? Quizá no encaja del todo. En las horas previas a su boda con Alberto de Mónaco en 2011 se habló de varios intentos de fuga por parte de la novia. Finalmente dio el sí, quiero. Y hoy por hoy sigue firme en su puesto. Y sonríe un poco más que antes. Sobre todo cuando está con sus hijos. Pero la melancolía continúa siendo su seña de identidad.