La increíble fuga de Rusia de la rockera más odiada por Putin
Es la líder de las Pussy Riot, banda de punk rock que lleva muchos años desafiando al conservador régimen de Putin desde una posición de feminismo rupturista. Su nombre es Maria Alyokhina, más conocida como Masha, cumplía condena en Rusia y ha logrado huir del país de una sorprendente manera.
Masha ha relatado su aventura a The New York Times. La ha calificado de "película de espías". Para no ser reconocidas, ella y su novia (ambas en arresto domiciliario) se disfrazaron de 'riders' para salir del edificio donde está su domicilio y burlar así la vigilancia policial.
Según lo que cuenta Masha a The New York Times, el apoyo de un grupo de amigas y amigos hizo que lograra salir de Rusia. Uno de ellos la trasladó hasta la frontera con Bielorrusia. Pero allí tuvo que esperar durante días antes de salir de ese país fiel aliado de Putin y dispuesto siempre a detener a cualquier disidente que Rusia le exija.
Una semana estuvo escondida Masha en Bielorrusia hasta que pudo cruzar la frontera a Lituania, territorio seguro. Pero no lo logró a la primera ocasión.
Las autoridades rusas ya la buscaban y, de hecho, en un primer intento de cruzar la frontera los guardias bielorrusos la retuvieron seis horas y no la dejaron pasar. En una segunda ocasión, el funcionario simplemente le dijo que se largase y le dejase en paz. Y, sorprendentemente, al tercer intento se le permitió salir. El absurdo kafkiano (y, tantas veces, ineficaz) de los regímenes autocráticos.
Masha huyó porque estaba pendiente de ser enviada a un centro penitenciario. Las condiciones de su condena, de arresto domiciliario, fueron cambiadas coincidiendo con la guerra en Ucrania y eso no presagiaba nada bueno.
La rockera dejó su 'smartphone' encendido en su domicilio como señuelo, convencida de que los servicios de seguridad rusos geolocalizan a disidentes como ella mediante la señal del teléfono.
En el artículo de The New York Times se precisa que Masha, como militante conocida, sufre una persecución constante en Moscú, y en los últimos meses ha sido arrestada cada 15 días con "cargos falsos con la idea de frenar su activismo político".
El régimen de Putin tiene especial aversión a las Pussy Riot por su radicalidad a la hora de denunciar el heteropatriarcado y su irreverencia con la religión. De hecho, tres componentes de la banda fueron juzgadas y condenadas a dos años de cárcel por irrumpir en la catedral del Cristo Salvador de Moscú en una acción de protesta.
Las autoridades rusas no supieron ver el impacto que tendrían las imágenes de tres jovencísimas rockeras siendo juzgadas con medidas de seguridad propias de acusados de terrorismo. Imágenes como esta, que dieron la vuelta al mundo.
En realidad, Pussy Riot es más que una banda de punk rock. Es un colectivo feminista de protesta que, además, ha logrado resonancia internacional. Eso la coloca en la lista de grandes enemigos de Putin.
Una de sus líneas de combate es a favor de los derechos LGTBIQ+, absolutamente amenazados en Rusia. Las Pussy Riot no se rinden en esa lucha y han conocido las consecuencias policiales de eso.
En el artículo de The New York Times no se descarta un regreso de Masha a Rusia. Pero dentro de mucho tiempo. Hoy por hoy, asegura la rockera y activista "ya no creo que Rusia tenga derecho a existir". Difícil regresar a casa profiriendo frases así.
El clima para quien critica a Putin es asfixiante en Rusia. Masha, igual que otros activistas, ha sido procesada por un simple post en Instagram que las autoridades juzgan "contrario a los intereses de Rusia" o que "hace propaganda del nazismo".
Lo que tanto Masha como sus compañeras y compañeros de militancia tienen claro es que seguirán con su lucha desde el exilio.
Para Maria Alyokhina, Masha, sólo quedaba la huída. Y bastó con vestirse de repartidora y salir de su edificio para burlar a la temida policía rusa. A veces la osadía funciona.
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