Tétricamente bello: así es el 'postapocalíptico' cementerio de trenes de Bolivia
En ocasiones, la realidad supera a la ficción y eso es, exactamente, lo que ha ocurrido en el 'postapocalíptico' cementerio de trenes de Uyuni, en Bolivia.
Son más de un centenar de trenes y convoys de carbón que el tiempo, el viento y la sal han convertido en un recuerdo de un pasado glorioso, en un paisaje más distópico que realista.
Una estación de tren fantasma, situada a más de 3.000 metros de altura, en el sudoeste de Bolivia, cuya historia se remonta a finales del siglo XIX y cuyo presente está íntimamente ligado con el salar más grande del mundo.
Viendo el desolador panorama actual, cuesta creer que en Uyuni se inaugurara la primera línea de ferrocarril de Bolivia, la que comunicaba Uyuni con Antofagasta, en el norte de Chile.
El motivo de su creación fue el estaño, cuyo uso se popularizó a finales del siglo XIX y convirtió a Bolivia y sus ricas minas de este metal en un referente para su abastecimiento.
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Los británicos no tardaron en crear una extensa red ferroviaria que recorriera cientos de kilómetros desde los depósitos bolivianos, a las costas chilenas para que desde allí, los barcos cargados zarparan rumbo a Reino Unido.
Así fue como el 20 de noviembre de 1890 salió el primer tren de Bolivia camino al país vecino, cargado con estaño, pero también con oro y plata. Una línea ferroviaria a la que se sumarían tres más en años venideros.
Durante medio siglo, la prosperidad de todo un país viajaba sobre raíles y así es como nacería la ciudad de Uyuni, decretada por el presidente de Bolivia, Aniceto Arce, con la estación de tren como principal fuente de riqueza.
Mientras los trenes atravesaban selvas y desiertos para llegar a su destino, los pueblos que surgían alrededor de sus vías entraban de lleno en el siglo XX y alcanzaban una prosperidad inimaginable tiempo atrás, por el complicado acceso a esas zonas aisladas.
El problema llegó cuando la producción comenzó a bajar, estalló la Segunda Guerra Mundial y la grandilocuente y gloriosa red de ferrocarril comenzó a estar sobredimensionada para el escaso trabajo que quedaba.
A principios de los años 40, la red ferroviaria de la zona, con la Estación Central de Uyuni a la cabeza, quedó abandonada a su suerte, en un entorno en el que sol, lluvia y sal se encargarían de darle el particular aspecto del que ahora presume.
Más de 80 años después, lo que debería haberse convertido en un monstruo de metal abandonado, se ha tornado en una bella visión de un pasado próspero que, durante medio siglo, llevó prosperidad y progreso a todo un país.
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A diferencia de los humanos, los esqueletos de los más de 100 trenes abandonados en la Estación Central de Uyuni están a la vista de todo el mundo y, obviamente, son uno de los atractivos turísticos más visitados del país.
Un recuerdo permanente de un pasado no tan lejano que resultó clave en el desarrollo de un país que abrazó a estos gigantes de metal mientras tuvieron fuerzas para tirar de ellos.
Hoy en día, rinden un tétrico pero maravilloso homenaje, en forma de visión distópica que se asemeja más a un futuro postapocalíptico que a un pasado de bonanza.